El blog de Jaume Alonso-Cuevillas: 12/4/09 - 19/4/09

divendres, 17 d’abril del 2009

¿Presunción de inocencia?

Los diarios de hoy dan cuenta de la absolución del ex Conseller de Treball Ignasi Farreras. Durante diez años, Farreras ha tenido que soportar la penosa condición de imputado. “El proceso penal es una pena en sí mismo”, proclamó Francesco Carnelutti, uno de los grandes maestros de la ciencia procesal de todos los tiempos.

Nuestra Constitución proclama la presunción de inocencia como un derecho fundamental. Pero, ¿se respeta verdaderamente? Los medios de comunicación guardan cuidado de adjetivar siempre como presunto a cualquier persona sometida a un proceso. Pero, en ocasiones, ese “presunto” se aparece como un formalismo tan sobado que, lejos de cumplir su función de respeto a la presunción de inocencia, parece denotar un “estadio provisional” del “todavía no condenado”.

Si además la acusación es ejercida por el Ministerio Fiscal, parece estar revestida de un halo de quasi-certeza. Quizás conviene recordar que sólo una pequeña porción de las acciones penales que se entablan acaban en condena.

Y ¿quién repara el honor y el sufrimiento del presunto? Basta comparar las páginas dedicadas a cada paso de la instrucción con los breves con los que normalmente se despacha la absolución o el archivo.

Mientras tanto, una persona y una familia sufriendo, quizás una carrera política o profesional truncada o seriamente perjudicada. Alguien debería reparar tanto daño impune. Y, de paso, ahora que se habla de reformar el proceso penal, ¿por qué no se miran, por ejemplo, los derechos del contribuyente y se limita la duración máxima de las instrucciones penales?


Hablo de Farrreras, pero también de otros muchos ciudadanos, más o menos anónimos, que han debido padecer el penoso sufrimiento de una imputación, a la postre injusta, pero que se ha pagado ya con el estigma social padecido durante el camino.

Está claro que no sólo está hablando el procesalista; también el decano injustamente imputado que tuvo que soportar el duro peso del proceso penal conducente a la nada. Afortunadamente, tanto yo mismo como mi familia y entorno siempre tuvimos claro que aquel inmotivado proceso acabaría sin mayor consecuencia, pero, cada vez que la historia se repite siento un profundo dolor e indignación por esta importante asignatura pendiente de nuestro sistema judicial y democrático.

Felicidades, Conseller, por dejar de ser un presunto.